Las calles sinuosas de la villa vieja se llenan de día y de noche de aromas de pescado, marisco y de cimitomba, un sencillo y suculento plato típico de Tossa de origen marinero, hecho con pescado y verduras. En Tossa uno no sabe donde mirar ni qué elegir, de todo lo que hay y todo tan bueno. Incluso las tiendas de recuerdos tienen carácter, y cuesta pasar por las calles sin caer en la tentación.
La maravillosa bahía, la playa Gran, y las otras playas de la villa (Mar Menuda, del Reig y El Codolar) son la principal atracción de los visitantes. Hay quien prefiere las playas de fuera del núcleo urbano y escoge la tranquilidad de la virginal cala Morisca, a cinco kilómetros hacia el sur, la actividad de Llorell, a 3,5 kilómetros hacia el sur (donde se puede practicar todo tipo de deportes acuáticos) o la comodidad de los servicios que ofrece la cala de Giverola, a cinco kilómetros hacia el norte, por mencionar algunas.
Otro punto interesante relacionado con el mar es el faro, que acoge el Centro de Interpretación de los Faros de la Mediterrània, donde entender mejor el funcionamiento y la utilidad de estas torres. Las excursiones en barca con fondo transparente son otra experiencia única para los admiradores de la fauna acuática.
Para los amantes de la cultura, la población cuenta con estudios de pintores como Joaquim Hidalgo y Joan Serrabona, galerías de arte y el Museo Municipal, que muestra la intensa relación de la villa con el arte, que se hace patente con acontecimientos como la Feria del Dibujo y la Pintura en agosto.
En Tossa se pueden practicar actividades deportivas muy variadas, como el esquí acuático, el submarinismo, la bicicleta de montaña, el tenis, el kayak o la vela, y quien lo desee también puede jugar al golf, sólo tiene que desplazarse hasta Lloret.
Los bosques del macizo de las Cadiretes disponen de caminos señalizados para recorrer a pie o en bicicleta de montaña, y algunas de las rutas parten del parque de Sa Riera, a ochocientos metros de la villa y con diferentes ambientes naturales.