El recorrido final del río Ebro y su delta, con la riqueza paisajística que le confieren, son los rasgos más distintivos de este territorio. Las Terres de l’Ebre, integradas por las comarcas tarraconenses del Baix Ebre, el Montsià, la Terra Alta y la Ribera d’Ebre, ofrecen al visitante una extensa oferta turística muy vinculada al patrimonio natural, sin olvidar los atractivos de su historia y tradiciones.
El clima mediterráneo de las Terres de l'Ebre presenta variaciones en función de la proximidad al mar. Así pues, las comarcas del delta, es decir, Baix Ebre y Montsià, registran inviernos templados con unos 10ºC de temperatura media y veranos calurosos, con temperaturas medias de más de 20ºC y puntas que superan los 35ºC o 40ºC. El viento es también una característica del clima de esta zona marítima de las Terres de l'Ebre: el mistral sopla con intensidad sobre todo durante el invierno, con rachas a veces superiores a los cien kilómetros por hora; mientras que la brisa marina abunda en verano.
Las comarcas interiores, Ribera d'Ebre y Terra Alta, presentan un clima de transición hacia las tierras secas y continentales del interior de Catalunya. La principal diferencia radica en las temperaturas invernales, que son sensiblemente más frías y durante más meses que en la costa.
Las precipitaciones en todo el territorio de las Terres de l'Ebre oscilan entre los 400 y los 700 milímetros anuales, excepto en las zonas montañosas de Els Ports, donde pueden llegar a los 800 o 900 milímetros.
La principal actividad económica de las Terres de l’Ebre, con diferencia, es la agricultura de secano, y especialmente el cultivo del olivo, destinado a la elaboración de aceite. Otros cultivos con una presencia importante son los arrozales del delta del Ebro, la viña en la Terra Alta, los almendros y los árboles frutales (especialmente melocotoneros).
En las comarcas costeras, Baix Ebre y Montsià, también es importante la actividad pesquera. Las capturas son abundantes y llegan principalmente a los puertos de la Ametlla de Mar y de Sant Carles de la Ràpita.
La ganadería, poco importante, concentra su actividad sobre todo en granjas avícolas, mientras que la escasa industria existente está fuertemente vinculada a la actividad agraria. En la Ribera d’Ebre, además, hay una presencia bastante destacada de importantes industrias vinculadas al sector químico (Ercros, en Flix) y energético (central nuclear de Ascó y centrales eléctricas de Riba-roja y Flix).
Los pobladores prehistóricos dejaron importantes vestigios en las Terres de l’Ebre, sobre todo en forma de pinturas rupestres en municipios como Ulldecona o Tivissa, que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además, varios yacimientos estudian los asentamientos de aquellos pueblos por toda la región.
De hecho, el río Ebro ha sido una vía de comunicación importante para sucesivas civilizaciones. La tribu ibérica de los ilercavones se distribuyó a lo largo del curso fluvial, en varios poblados estratégicamente ubicados para dominar el río, como el Castellet de Banyoles (Tivissa) o el de Sant Miquel (Vinebre). Además, otros asentamientos importantes de aquel pueblo se pueden encontrar en Gandesa, Alcanar, Ulldecona o Camarles.
La huella de los romanos en las Terres de l’Ebre se puede descubrir principalmente en Tortosa, que fue una ciudad mediana del imperio, situada sobre la vía Augusta y equipada con puerto marítimo y fluvial. Su importancia le valió convertirse en diócesis bajo dominio visigótico (516).
Durante el primer cuarto de siglo VIII, los sarracenos ocuparon las Terres de l’Ebre y se mantuvieron aquí durante 400 años, con centros de poder importantes en Tortosa y Siurana. Tras varios intentos fallidos, en 1148 Ramon Berenguer IV inició la conquista cristiana de la región, tomando Tortosa. El castillo de Miravet se resistió hasta 1153 y el extremo occidental de la Terra Alta no pasó a manos cristianas hasta 1163. El reto de la repoblación fue encomendado mayoritariamente a la orden del Temple, que recibió importantes extensiones en agradecimiento a su ayuda militar en la conquista. También recibieron territorios la orden del Hospital y el caballero Castellvell, que originó la baronía homónima y que posteriormente se convertiría en la baronía de Entença y el condado de Prades. Esta tierra de frontera fue lentamente repoblada, y hasta bien entrado el siglo XIII no se completó gracias a numerosas donaciones reales de poblaciones.
En 1307, los templarios fueron desposeídos de sus posesiones, originando un amplio cambio de la propiedad, especialmente en la Terra Alta y la Ribera d’Ebre. Con la donación de sus bienes a la orden del Hospital en 1317, prácticamente todo el territorio de las Terres de l’Ebre pasó a manos de los hospitalarios, que tenían la sede de su castellanía en Amposta.
La guerra Civil contra Juan II (1460-72) trajo muchas calamidades a las Terres de l’Ebre. Mientras los hospitalarios y los condes de Prades (Móra d’Ebre) se declararon fieles al rey, la gran mayoría de los pueblos se declararon contrarios, lo que provocó intensas batallas en Tortosa, Ulldecona, Amposta y el castillo de Flix, que luchó hasta 1467. El final del siglo XV supuso la expulsión de los judíos (1492), una comunidad importante sobre todo en las tierras del Baix Ebre y el Montsià.
El siglo XVI empezó con una importante pugna política, por la pretensión del rey Fernando II de unir los territorios del lado occidental del Ebro a Aragón. Este siglo se caracterizó por la inseguridad y los desórdenes. En la costa del Ebro, los piratas eran muy activos, y por eso la franja litoral estaba casi desierta y en ella se construyeron numerosas torres de defensa. Además, los caminos del interior se empezaron a llenar de bandoleros.
En 1610, se decretó la expulsión de los moriscos, lo que afectó especialmente a la Ribera d’Ebre, con el éxodo de unas 4.000 personas y el consiguiente abandono de numerosos cultivos y oficios menestrales en las poblaciones más importantes como Miravet, Móra d’Ebre, Ascó o Flix. El territorio también sufrió con virulencia la guerra dels Segadors (1640-52) primero y la guerra de Sucesión (1708) más tarde. El siglo XVIII, sin embargo, trajo una época de prosperidad que provocó un aumento demográfico en toda Catalunya y, en las Terres de l’Ebre, vio crecer especialmente la ciudad de Móra d’Ebre.
La guerra del Francés inauguró el siglo XIX con nuevos conflictos y convulsiones. Tortosa vivió una potente insurrección en 1808 y se defendió de los intentos de conquista de las tropas francesas. El general Suchet estableció su cuartel general en Móra d’Ebre en 1810 y llevó a cabo acciones muy violentas, como la destrucción de Tivissa, antes de la toma definitiva de Tortosa (1811).
Sin tiempo para recuperarse, el territorio se vio inmerso de lleno en la primera guerra carlina, en la que el general Ramon Cabrera realizó numerosas acciones entre el Maestrazgo y el Ebro, entre las que destacan los seis asedios sobre Gandesa, que fue abandonada por sus habitantes durante dos años. Los castillos de Móra d’Ebre y Miravet también sufrieron sus ataques. Campos y pueblos incendiados como en Paüls y ejecuciones sangrientas como en La Sénia fueron moneda corriente entre 1835 y 1840. La tercera guerra carlina también afectó, aunque en menor medida, a las Terres de l’Ebre.
A partir de entonces llegó un período relativamente estable de paz y dedicación a las labores del campo, que tuvo sus altibajos sobre todo en la Terra Alta con la plaga de la filoxera. Este período llegó hasta la Guerra Civil de 1936-39, que tuvo uno de sus episodios más siniestros en esta región, con la Batalla del Ebro. Fueron 116 días en los que el frente quedó fijado en las proximidades del río, a lo largo de 35 kilómetros entre La Faió y Xerta. Los republicanos y los franquistas cruzaron las aguas alternativamente y se calcula que las bajas durante aquellos meses de combates que decidieron la guerra alcanzaron la cifra de 50.000 hombres. Las poblaciones de la zona quedaron prácticamente en ruinas.
El resto del siglo XX vio resurgir la zona de sus cenizas y encarar el futuro con una incipiente industrialización, favorecida por la construcción de nuevas vías de comunicación.
El patrimonio histórico de las Terres de l'Ebre incluye un espectro amplísimo de períodos. Las cuevas de Ulldecona, El Perelló y Freginals contienen muestras de pinturas rupestres que han merecido ser declaradas Patrimonio de la Humanidad. Por otra parte, se han conservado vestigios de poblados ibéricos en La Moleta del Remei o Castellet de Banyoles.
Muestras de arquitectura civil y religiosa medieval son el castillo templario de Miravet o, en la ciudad de Tortosa, el castillo de origen árabe de la Suda, el Palau Episcopal y la catedral. También en la capital del Baix Ebre se pueden visitar los célebres Reials Col·legis del siglo XVI. El modernismo dejó su huella en las bodegas de las cooperativas de Pinell de Brai y Gandesa.
El Parc Natural del Delta de l'Ebre es la principal zona húmeda de Catalunya y la segunda del Estado español. Los 320 kilómetros cuadrados de dunas, salinas y fértiles tierras para el cultivo de arroz que conforman la desembocadura del río Ebro en el Mediterráneo albergan una gran riqueza de flora y fauna, más de 600 especies vegetales y, en especial, 350 tipos diferentes de aves, que se pueden observar desde su red de itinerarios y miradores.
El macizo calcáreo de los puertos de Beseit conforma el Parc Natural dels Ports. Su escarpado paisaje es el hábitat de especies como la cabra salvaje, la nutria o el águila real y un centro de interés botánico de primer orden, con más de un millar de especies florísticas.
La conservación de grandes encinares, robles y tejos y, sobre todo, la espeleología que se practica en las cuevas (La Rabosa, Les Ortigues, Benifallet) son los grandes atractivos de la sierra de Cardó y la sierra del Boix.
Los cañaverales, prados inundables y bosques de ribera que preceden al pantano de Flix conforman las 200 hectáreas de la Reserva Natural de Sebes i Meandre de Flix, hábitat de aves forestales que dependen de los cursos de agua.
La sierra de Pàndols y la sierra de Cavalls, de gran interés geológico, fueron escenario de la cruenta batalla del Ebro durante la Guerra Civil española. Hoy se pueden visitar los espacios históricos de la confrontación.
La costa mediterránea de las Terres de l'Ebre, repleta de tranquilas playas naturales, calas y acantilados, es una alternativa no masificada de turismo familiar. Más allá del Delta, es posible disfrutar de pueblos marineros como L'Ametlla de Mar, Sant Carles de la Ràpita, L'Ampolla o Les Cases d'Alcanar. Una amplia gama de playas de alta calidad merecen la distinción de Bandera Azul.
Entre las numerosas actividades al aire libre que se pueden realizar en las Terres de l'Ebre, destaca el senderismo, con varias rutas de todos niveles de exigencia siguiendo el recorrido del río, dentro de sus parques naturales, por el litoral y el interior del territorio. Se han habilitado dos vías verdes (antiguas líneas de tren reconvertidas en itinerarios para la práctica del ciclismo), en la Terra Alta y el Baix Ebre.
Otras opciones de turismo activo son la escalada (los sistemas rocosos calcáreos disponen de unas 750 vías diferentes) y las actividades fluviales (desde paseos en kayak por el Ebro hasta la práctica del barranquismo en Els Ports).
La tradición ha legado a la zona diferentes fiestas populares que recrean episodios históricos: la Festa del Renaixement de Tortosa, catalogada de Interés Turístico Nacional; la Móra Morisca de Móra d'Ebre, festejo de la convivencia pacífica de las religiones cristiana, musulmana y hebrea, o la representación del Setge de Miravet, final de la persecución de la Orden del Temple. La Passió de Ulldecona o las tradiciones relacionadas con el cultivo del arroz o los bous son otros ejemplos de festividades.
La cocina de las Terres de l'Ebre tiene como principales protagonistas a los arrozales del Delta, que proporcionan el ingrediente básico de las recetas más tradicionales: arròs negre, arròs a banda y paella. Otros productos de gran calidad son los aceites (denominaciones de origen Terra Alta, Siurana y Baix Ebre-Montsià) y el vino (denominaciones de origen Terra Alta y Tarragona).
Terres de l’Ebre
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