Lo pueblo se extiende entre la punta de sa Caravera y sa Caleta, donde encontramos seis playas: la de Lloret, la de Fenals, la de sa Boadella, la de Santa Cristina, la de Canyelles y la de Treumal. Todas disponen de infraestructuras para realizar actividades náuticas.
Fuera de la agua encontramos muchos caminos que llevan a pequeñas ermitas, bellos miradores y restos de antiguos poblados. Los más antiguos son los caminos de ronda, que permiten recorrer toda la costa, pasando por las diferentes calas y varios lugares del interior. Uno especialmente agradable es el que va de la playa de Lloret hasta la de Fenals, siguiendo la línea costera y pasando por el rincón de Garbí y por sa Caravera hasta llegar al paseo de la playa.
Otra opción es subir a Rocagrossa para disfrutar de una bella panorámica. Esta urbanización guarda unos restos de los siglos II-III, vestigios de la ocupación romana de Lloret. Se trata de una torre sepulcral de unos cuatro metros, que tiene a su alrededor una necrópolis, donde se depositaban las cenizas de los cadáveres incinerados.
Vale la pena, también, darse un paseo tranquilo por los Jardines de Santa Clotilde, proyectados por Nicolau María Rubió Tudurí. Son de estilo novecentista y ofrecen, en algunos puntos, unas bonitas vistas sobre el mar.
Para los amantes del ciclismo, hay numerosas pistas y carriles señalizados con la red Lloretcycling. También se puede jugar al golf en el campo del Àngel, cerca de Sant Pere del Bosc, y hacer excursiones a caballo por los bosques del los alrededores.
Para los más noctámbulos, Lloret ofrece un repertorio muy amplio de locales, bares y pubs. En la carretera por donde se llega al pueblo destacan las luces de neón azul y rosas del Gran Casino, el centro de juegos de azar más activo de la Costa Brava.
Las Fiestas de Santa Cristina son otro incentivo por visitar Lloret. Destaca el baile de las Almorratxes y la procesión marítima, en la que se llevan ofrendas en las barcas al santuario de Santa Cristina.