Si nos alejamos un poco del centro de la villa encontraremos, en un perfil abrupto con bonitos acantilados, calas encantadoras de arena dorada, en las que el aroma salado se mezcla con el de los pinares.
Cada playa tiene características diferentes: unas son de arena fina y blanca, y otras de piedras, rodeadas de una vegetación típicamente mediterránea. Algunas de las calas más bonitas son la Forn, la de Sant Jordi, las Tres Cales, la Mosques, la de Sant Roc y la de l'Àliga, de calcáreas blanquecinas. Su fama hace que este pueblo sea conocido como la Cala (y sus habitantes, como caleros y caleras).
Por lo que dicen los expertos, gracias a la proximidad de la desembocadura del Ebro, el pescado y el marisco de L'Ametlla tienen un sabor único y especial. Por eso los frutos del mar son el eje vertebrador de la gastronomía local.
La zona es ideal para los amantes del submarinismo, la vela, la natación y todo tipo de deportes relacionados con el mar. También hay muchas posibilidades de hacer rutas a pie o en bicicleta de montaña para acabar de descubrir los rincones más encantadores de este municipio de la costa. EI circuito de motociclismo de Calafat completa la oferta deportiva.
Sobre el 2 de febrero se puede disfrutar de la fiesta mayor de la Candelera, donde son protagonistas la ofrenda de flores y la procesión de las candelas. También es gratificante pasear por las alfombras de flores de Corpus (el domingo más cercano a Corpus), o comprar en la Feria Alternativa (una feria de productos naturales y artesanos acompañada de una muestra de oficios antiguos, en marzo o abril).
Es obligada la visita a la subasta de pescado, que se hace cada día de la semana, excepto los sábados, domingos y festivos, a las cinco de la tarde, en la cofradía nueva de pescadores.
En lo referente a la gastronomía, hay que probar los “pastissets” y los “corassons” para la Candelaria, la ”farinosa” y los “panellets” por Pascua y la coca de crema con frutos secos por Todos los Santos, que cuenta con la denominación comarcal de calidad.