Este recorrido ofrece un retrato completo de los Paisajes de Barcelona y parte de los Pirineos catalanes: desde la actividad comercial y deportiva de Granollers hasta la tradición de los mercados de Vic, pasando por el patrimonio milenario de Ripoll y las leyendas de Sant Joan de les Abadesses. La ruta se adentra después en la Vall de Ribes, con paradas naturales como La Molina y panorámicas únicas en Puigcerdà. Una etapa que une la vitalidad urbana con la majestuosidad de los Pirineos, mostrando un mosaico de paisajes y experiencias que merece la pena disfrutar. Granollers: patrimonio y espíritu deportivo, todo en uno Capital del Vallès Oriental, Granollers es una ciudad con una gran tradición deportiva. En esta ocasión, abrirá la tercera etapa del Tour de France 2026 con una salida cerca de la ermita de Santa Justa y Santa Rufina, un pequeño templo románico de origen medieval situado en un entorno tranquilo. Esta ermita, documentada desde el siglo XI, está vinculada a las tradiciones y leyendas locales, y todavía hoy es punto de encuentro para celebraciones populares. Granollers, con su emblemática Porxada del siglo XVI como símbolo, es también un centro deportivo destacado, especialmente en balonmano. Además, a solo diez minutos se encuentra el Circuit de Barcelona-Catalunya, escenario habitual de los Grandes Premios de Fórmula 1 y MotoGP. Entre historia, mercados y motor, Granollers es el marco ideal para iniciar un recorrido hasta los Pirineos. Rumbo a Vic por la plana vallesana El recorrido avanza hacia la Plana de Vic, una de las zonas agrícolas y ganaderas más importantes de Cataluña, pasando por pueblos como Centelles, donde la arquitectura medieval convive con un entorno natural privilegiado. Vic, capital de Osona, es uno de los grandes puntos culturales de la etapa. Su Plaza Mayor porticada —centro neurálgico de la vida social— acoge mercados semanales desde hace siglos y grandes eventos como el Mercado Medieval. La catedral, con pinturas monumentales de Josep Maria Sert, y museos como el Episcopal o el del Arte de la Piel hablan de la riqueza artística e histórica de la ciudad. La gastronomía también tiene un papel protagonista: la longaniza de Vic, con Indicación Geográfica Protegida, es solo un ejemplo de una cocina que combina productos de proximidad con recetas tradicionales, haciendo de Osona un destino imprescindible para los amantes del buen comer. Siguiendo el río Ter hasta el corazón del Ripollès Después de Vic, la carrera continúa hacia Manlleu, una ciudad que vive de cara al Ter y que combina su legado industrial con actividades al aire libre. Torelló marca el inicio de los paisajes más montañosos, mientras que el Castillo de Montesquiu, con vistas sobre el parque natural que lleva el mismo nombre, es la puerta de entrada al Ripollès. En Ripoll, considerado la cuna de Cataluña, el monasterio de Santa María y su portada románica narran más de mil años de historia. Es uno de los monumentos más visitados del Pirineo, y es que el municipio combina perfectamente este legado histórico con una vida cotidiana activa. Pasear por sus calles o visitar el Museo Etnográfico es una buena manera de entender la identidad ripollesa. A pocos kilómetros, Sant Joan de les Abadesses conserva uno de los puentes medievales más emblemáticos de Cataluña y un monasterio lleno de leyendas. Y más arriba, la Vall de Ribes, con pueblos como Ribes de Freser o Campelles, ofrece un entorno natural privilegiado y rutas senderistas hacia cumbres como el Taga, una de las más populares para los amantes de la montaña. Disfruta de la alta montaña en la Cerdanya La carretera asciende hacia Planoles y Toses, atravesando bosques de alta montaña y curvas que anticipan el Pirineo más auténtico. Los pequeños pueblos de la zona conservan el encanto tradicional, con casas de piedra, tejados de pizarra y un entorno que invita a detenerse para respirar aire puro. Allí encontrarás La Molina, un centro de referencia para el esquí y los deportes de montaña, con opciones de BTT, senderismo y actividades familiares en verano. El último punto catalán de la etapa es Puigcerdà, capital de la Cerdanya. Su emblemático lago, el casco antiguo con calles comerciales y soportales y las amplias vistas sobre el valle la convierten en un enclave único junto a la frontera. La comarca es también un paraíso para los amantes de la gastronomía: quesos artesanos, ternera ecológica y platos de montaña como el típico trinxat de la Cerdanya son la recompensa merecida tras una jornada activa en plena naturaleza. Paisajes protegidos a cada paso De hecho, si eres amante de la naturaleza, a pocos kilómetros de la ruta encontrarás algunos de los parques naturales más emblemáticos de Cataluña. Desde Granollers puedes acceder al Montseny, una reserva de la biosfera ideal para rutas a pie o en bicicleta. Pero también puedes acercarte hasta Montserrat, con sus formas rocosas únicas y el monasterio colgado en la montaña, que ofrece panorámicas y espiritualidad a partes iguales. Ya cerca de los Pirineos, la Zona Volcánica de la Garrotxa sorprende con cráteres cubiertos de vegetación y hayedos espectaculares, mientras que el parque natural del Cadí-Moixeró, junto a la Cerdanya, despliega cumbres, prados y senderos con el Pedraforca de fondo. Todos ellos son una invitación abierta a prolongar la experiencia más allá de la etapa y descubrir la riqueza natural del territorio. Un final con esencia pirenaica Esta tercera etapa no es solo un reto físico: es un viaje que conecta mercados, monasterios, valles y puertos de montaña. Un recorrido que muestra la transición del paisaje mediterráneo a la alta montaña, donde el esfuerzo se ve recompensado con vistas, historias y sabores que definen el Pirineo catalán.