La sardana es mucho más que una danza: es una expresión colectiva de identidad y hermandad que ha acompañado al pueblo catalán a lo largo de los siglos. Bailada en círculo, con las manos unidas y el corazón abierto, simboliza la igualdad y la cohesión. Hoy sigue viva en las plazas y fiestas populares de todo el país, como reflejo de una tradición que une generaciones y mantiene viva la esencia de Catalunya. Una danza que representa a todo un pueblo La sardana es, desde hace más de un siglo, una de las expresiones culturales más reconocidas de Catalunya. Bailada en círculo y con un espíritu colectivo, está considerada la danza nacional catalana por su capacidad de unir, de expresar comunidad y de invocar la identidad compartida. Su origen popular y su adaptación a lo largo del tiempo la han convertido en mucho más que un baile: es una forma de relación social, de celebración y de reivindicación cultural. Tanto si suena en la plaza Mayor de un pequeño pueblo como en la Catedral de Barcelona, la sardana sigue transmitiendo un mensaje de cohesión, respeto y pertenencia. El origen de la sardana Aunque sus raíces son difíciles de precisar, las primeras referencias escritas de la sardana datan del siglo XVI, en las comarcas del Empordà. En aquel momento, era un baile sencillo y breve, conocido como “sardana corta”, que se bailaba en fiestas locales al son de instrumentos de viento y percusión. En el siglo XIX, un nombre marca un antes y un después: Pep Ventura (1817-1875), músico y compositor de Figueres. Él revolucionó la sardana, alargando su estructura y creando la “sardana larga”, que dio más protagonismo a los músicos y permitió una participación más amplia de los bailarines. Con él también nace la cobla moderna, la formación instrumental que aún hoy acompaña esta danza y que es inseparable de su evolución. Gracias a esta transformación, la sardana se extendió rápidamente por toda Catalunya y se convirtió en un símbolo cultural compartido, especialmente a partir de la Renaixença, cuando la cultura catalana vivió un fuerte impulso de recuperación y orgullo nacional. La cobla, el alma musical de la sardana La cobla es la orquesta típica que da vida a la sardana. Está formada por doce músicos y una variedad de instrumentos únicos, entre los que destacan la tenora y el tible, que le confieren su sonido característico e inconfundible. También participan instrumentos como el flabiol y el tamborí, el fiscornio, el contrabajo y varias trompetas y trombones que aportan potencia y ritmo. La interpretación de una sardana exige una coordinación perfecta entre música y baile. Cada pieza está estructurada en compases regulares de pasos cortos y largos, y es habitual ver cómo los danzantes —guiados por el capdanser— cuentan mentalmente para mantener la precisión y la simetría del círculo. El resultado es una combinación fascinante de orden y emoción: una música viva que conecta con las raíces y, al mismo tiempo, evoluciona con nuevos compositores y coblas modernas que incorporan arreglos contemporáneos. ¿Cómo se baila la sardana? Descubre sus pasos Bailar una sardana es una experiencia colectiva y simbólica. Los participantes forman un círculo cerrado, se toman de las manos y se mueven al ritmo de la música. Los pasos alternan entre cortos y largos, siguiendo una estructura precisa que todos deben conocer o aprender. El capdanser (la persona que encabeza el círculo) es quien marca el inicio y el final, y se encarga de mantener la coordinación. Pero la belleza de la sardana reside en su igualdad: todos los danzantes son iguales dentro del círculo, no hay protagonistas ni jerarquías. Este simbolismo explica parte de su éxito como emblema de la sociedad catalana: un baile que representa la comunidad, la armonía y la unión, donde cada cual tiene su lugar y su importancia. Además, la sardana puede bailarse tanto en actos solemnes como en fiestas populares, lo que la ha mantenido viva en todas las capas sociales. La sardana hoy: tradición y modernidad Hoy, la sardana sigue siendo una tradición viva que se mantiene en toda Catalunya, pero también en la Catalunya Nord, las Islas Baleares y puntos de la diáspora catalana. Las collas sardanistas organizan aplecs, encuentros y concursos que reúnen a cientos de personas. Uno de los espacios más emblemáticos es la plaza de la Catedral de Barcelona, donde cada fin de semana se bailan sardanas abiertas a todo el mundo. También destacan eventos como el Aplec de Montserrat, el encuentro sardanista más antiguo del país, o las jornadas de la Bisbal d’Empordà, considerada la capital de la cobla. Las Federaciones Sardanistas y muchas entidades culturales trabajan para que la danza llegue a las nuevas generaciones: hay talleres, actividades escolares e iniciativas digitales que acercan la sardana a los jóvenes. Incluso han surgido adaptaciones modernas, con sardanas que incorporan instrumentos eléctricos, fusiones con otros géneros o propuestas audiovisuales que dan nueva vida a esta tradición ancestral. La sardana como símbolo de identidad catalana La sardana ha sido, y sigue siendo, un símbolo de resistencia cultural y de unidad colectiva. Durante períodos de represión, bailarla era una manera discreta pero poderosa de reivindicar la identidad catalana y mantener viva la lengua y la cultura. Hoy, lejos de perder vigencia, la sardana representa los valores de convivencia, cooperación y alegría. No es solo un patrimonio folklórico, sino una forma de expresar el carácter abierto y participativo del pueblo catalán. Cuando la cobla empieza a sonar y las manos se entrelazan en el círculo, el tiempo parece detenerse. La sardana une generaciones y recuerda que la cultura, cuando se comparte, sigue latiendo con fuerza. Por eso, más que una danza, la sardana es —y seguirá siendo— la esencia de un pueblo que baila al ritmo de su historia.