Además de embutidos tradicionales más conocidos, como el fuet, la longaniza, el bull o la butifarra, en estas zonas de montaña destacan algunas especialidades con carácter y sabor propios. Es el caso del andito, típico de Bossòst (Val d'Aran), que antiguamente se elaboraba en invierno en las casas particulares para aprovechar al máximo todas las partes del cerdo. Se trata de una variedad de butifarra enfilada y dividida en diferentes porciones, que se elabora con cabeza de cerdo, sangre, algodones, riñones, corazón y pulmones, cebolla, ajo, pan, sal y pimienta. Una vez embutido, se deja secar unos días y se come calentado en la sartén o en la brasa. Desde mediados del siglo pasado, este embutido forma parte de la oferta de las charcuterías, aunque no fue hasta mediados de 1990 que se recuperó y promocionó. La localidad de Bossòst celebra degustaciones populares de esta especialidad.El Bull de hígado es otra especialidad que se elabora, sobre todo, en el norte de Cataluña (en la Cerdanya, el Ripollès y el Berguedà). Para elaborarlo, se mezcla el hígado del cerdo picado con tocino y grasa, carne de la cabeza, carne magra, papada, liebre y algodones, y se condimenta con sal, pimienta y ajo y perejil, se liga con huevo, se embute y se cuece. De textura tierna, pero consistente y de sabor intenso, se emplea sobre todo para entremeses, bocadillos o se acompaña o de tostadas o de pan con tomate.Muy apreciado es también el xolís del Pallars Sobirà. Elaborado con las mejores carnes del cerdo, es un embutido cilíndrico, de unos 40 cm de largo. Va atado con corazón por ambos extremos. Por fuera es rosado oscuro y el corte es rosado rojizo, chispeado de blanco de la grasa. Su textura es compacta y consistente, y su sabor intenso.También es típica del Pallars y de la Alta Ribagorça la girella (chireta), cuya receta se remonta al siglo XV. Aunque en El Pallars Sobirà estuvo a punto de desaparecer, este producto se ha recuperado y revalorizado en los últimos años. Se elabora con varias partes del cordero, incluidos los menudillos, arroz, huevos, ajo, perejil, zafrán, pimienta y sal. El resultado es un embutido de textura grasa y granuloso, de color blancuzco y sabor intenso. La chireta se acostumbra a comer, para cenar, frita, cortada a rodajas o bien con un "suquet de cebollas", tomates y setas. En el Pont de Suert se celebra cada año, en octubre, la Fira de la Girella, donde se elabora este embutido en directo y también se puede degustar.Otro de los embutidos tradicionales que se hacen tras la matanza del cerdo en las comarcas pirenaicas es la botifarra traidora. Se trata de butifarra cruda y se elabora con recortes, riñones y carnes de la cabeza del cerdo. El calibre puede variar entre 24 y 45 mm cada porción y es de un color rojo parduzco más oscuro que el del resto de butifarras crudas.En Andorra (y también en el Alt Urgell), destaca la bringuera, también conocida como "cec" (ciego) y obispo. Este embutido cocido y de sangre de cerdo tiene un sabor intenso y persistente. Antiguamente, se dejaba secar para comerlo en verano, como desayuno o merienda, durante las labores agrícolas. La bringuera, lisa y redonda, tiene una textura tierna y grasa. Actualmente, se acostumbra a consumir tierna, con pan con tomate o en entremeses.