La práctica de este deporte requiere valentía, sangre fría y grandes dosis de paciencia para volar como los pájaros. El resto consiste en planear aprovechando las corrientes de aire naturales y disfrutar de unas vistas inmejorables. Un ala delta es una aeronave construida con tubos y tela, que vuela sin motor y levanta el vuelo a pie, sin necesidad de ruedas, ya sea desde una montaña o remolcada con un cable. El piloto viaja con un arnés de seguridad sujeto a una barra que puede situarse delante o a los lados, y dirige el conjunto desplazando el centro de gravedad. Los vuelos pueden ser individuales o en pareja gracias a la existencia de modelos biplaza. A pesar de sus dimensiones, el ala delta es fácil de conducir. Una vez plegada, queda reducida a un paquete de entre cuatro y seis metros de largo y unos treinta centímetros de diámetro que apenas cuesta transportar. Para iniciarse de la forma más adecuada y obtener la licencia de piloto, basta con acudir a alguna de las múltiples escuelas existentes en Catalunya. Aunque la ley no exige esta licencia, no se debería volar sin un seguro de accidentes y de responsabilidad civil, además de una licencia federativa al día. La escuela Volager, en Bellpuig (Lleida), está abierta todo el año y programa cursos en función de la demanda. Pueden practicar el ala delta personas de todas las edades, si bien la Federación Española de Deportes Aéreosfijala edad mínima en catorce años. El momento más determinante es el despegue, ya que requiere correr soportando el peso de un ala, que oscila entre 20 y 25 kilos. Sin embargo, el vuelo no resulta cansado. Si bien se puede mantener durante horas, al principio difícilmente se puede prolongar más de veinte minutos. En el Pirineo, en condiciones meteorológicas favorables, es posible alcanzar los 3.000 o 3.500 metros de altura o incluso los 4.000.