La Costa de Barcelona constituye uno de los principales destinos de sol y playa del país, con una consolidada infraestructura de alojamientos, complementada por unas poblaciones que han sabido conservar una personalidad propia muy ligada al territorio. Y todo a escasa distancia de la capital del país.
La gran variedad de sus tierras permite disfrutar de espacios naturales como el parque del Garraf o el del Montseny, de poblaciones de gran tradición turística como Sitges o Vilanova i la Geltrú, de un abanico patrimonial de todas las épocas (gótico, industrial, modernista) o degustar las especialidades más selectas de los vinos y cavas del Penedès.
Costa Barcelona ha recibido la certificación Biosphere como Destino Sostenible. El sello acredita que la marca turística "Costa Barcelona", cumple con los requisitos del estándar "Biosphere Destination" y que aplica con éxito 6 criterios concretos en sus políticas turísticas: Gestión sostenible, Desarrollo económico y social, Conservación y mejora del patrimonio cultural, Conservación Ambiental, Calidad y seguridad, e Implicación del visitante.
La Costa de Barcelona, situada entre la ciudad de Barcelona, la Costa Daurada, las Terres de Lleida y la Costa Brava, reúne a unos treinta municipios a lo largo del litoral y de la Catalunya central. La comarca del Maresme se configura como una estrecha franja de tierra comprendida entre el mar Mediterráneo y las montañas de la Serralada Litoral y los macizos del Montnegre y el Corredor. También engloba las comarcas de El Garraf, el Baix Llobregat i el Alt Penedès al sur de la demarcación de Barcelona, y, hacia el norte, el Vallès Oriental y el Vallès Occidental.
La Costa de Barcelona tiene un clima típicamente mediterráneo, con veranos secos y cálidos e inviernos de temperaturas muy moderadas. Su configuración, con una estrecha franja de tierra encarada al mar y protegida de los vientos del interior por la Serralada Litoral, es una de las claves de una climatología tan benigna. Pero la parte montañosa de los Vallès presenta un clima mediterráneo de media montaña, con cambios térmicos considerables entre el día y la noche
De hecho, las temperaturas medias del verano no superan unos agradables 25ºC (en la zona del Garraf cabe reseñar el papel de la brisa marítima, que contribuye a limitar los calores veraniegos que, aun así, superan los 30ºC durante los meses de julio y agosto), mientras que las del invierno se sitúan entre los 5ºC y los 10ºC. En la zona de costa, la influencia del mar es clave en este aspecto.
En cuanto a la pluviosidad, la mayoría de precipitaciones se producen durante la primavera y el otoño, mientras que los meses de julio y agosto la sequía es prácticamente total. Sólo puntuales chaparrones de moderada intensidad rompen este patrón veraniego.
Finalmente, se debe mencionar el clima subalpino que se encuentra en las partes altas del Montseny, que provoca habituales precipitaciones en forma de nieve durante el invierno y un régimen de lluvias muy superior al resto de la región, por encima de los mil milímetros anuales.
Las comarcas que comforman la Costa de Barcelona tienen una personalidad económica fuertemente enraizada en sectores diferentes: el Alt Penedès es mayoritariamente agrícola, el Baix Llobregat y los dos Vallès son eminentemente industriales y el Garraf y el Maresme se dedican especialmente al turismo.
La agricultura había sido la actividad principal en toda la región hasta los años sesenta del siglo XX. En el Alt Penedès, buena parte de la población todavía se dedica al cultivo de la viña, y la industria de transformación de vinos con DO Penedès y cavas con DO Cava tiene una gran importancia. Además, algunas llanuras fértiles del Baix Llobregat han podido escaparse de la industrialización para desarrollar una tarea agrícola de alta especialización, centrada en productos como las hortalizas, las lechugas, las alcachofas, los espárragos y los frutales. El Maresme continúa manteniendo un papel importante con productos de la huerta, como los fresones o la patata, así como la floricultura y la viña, son algunos de los más destacados.
La ganadería y la pesca, aun siendo actividades bastante minoritarias, tienen su importancia en zonas concretas. Las granjas avícolas abundan en el Alt Penedès, mientras que el puerto de Vilanova i la Geltrú es un activo centro pesquero, oficio que se remonta a los tiempos de los íberos, y buena parte de las capturas de la flota del Maresme llegan al puerto de Arenys de Mar. En los cauces de los ríos del Vallès el cultivo de regadío ha dejado paso al de cereales, como la cebada y trigo, o forrajes para prestar servicio al ganado.
El Baix Llobregat y los dos Vallès ha sido un importante motor de desarrollo industrial, dada su proximidad a Barcelona. A las tradicionales colonias textiles que se instalaron para aprovechar la energía del río, se sucedieron a partir de 1960 grandes empresas del sector metalúrgico (Seat), químico (Solvay), de alimentación y artes gráficas (Printer). Las canteras del Garraf han resultado en un productivo sector de los materiales de construcción.
La comarca del Maresme es la cuarta más industrializada de Catalunya, gracias a su proximidad con Barcelona. El sector textil es el más implantado, seguido de los materiales de construcción, la metalurgia y la química. En el Vallès Occidental, hay que destacar Sabadell, Terrassa y Granollers como importantes centros económicos por lo que se refiere a servicios y actividades económicas.
Finalmente, cabe destacar el sector turístico, muy potente en la línea costera, tanto del Garraf y el Maresme, como del delta del Llobregat. Este incremento del turismo ha comportado la proliferación de establecimientos complementarios, como restaurantes y bares, tiendas, etc. A partir de la década de 1950, la comarca vivió un intenso boom turístico, sobre todo en la zona del Alt Maresme, aunque ya años antes las familias acomodadas de Barcelona fijaron una segunda residencia en las poblaciones más próximas a la ciudad. Estos dos modelos turísticos han contribuido desde entonces al crecimiento del sector terciario, de comercios y restauración.
Los vestigios de poblados antiguos en la Costa de Barcelona son numerosos y se extienden por todas las épocas históricas. El río Llobregat y la franja litoral fueron emplazamientos estratégicamente interesantes para pobladores de todas las épocas, como zonas de paso. Así pues, se encuentran asentamientos paleolíticos en la costa (Sitges, Vilanova i la Geltrú, Cubelles) y cerca del río (Sant Feliu de Llobregat).
El neolítico dejó en la Costa Barcelona numerosas evidencias de asentamientos, como demuestran los yacimientos encontrados por todo el territorio, especialmente en cuevas del macizo del Garraf y las montañas del Alt Penedès y Montserrat, y los dólmenes en varios puntos de la Serralada Litoral (como a la altura de La Roca del Vallès, donde se han encontrado pinturas rupestres); de poblados ibéricos (como el de Burriac, en Cabrera de Mar, la Riera de les Arenes en Matadepera o la Torrentera de la Betzuca en Bellaterra); o de la civilización romana (centenares de villas como Can Sentromà en Tiana, Can Llauder en Mataró, o el acueducto de Can Cua en Pineda de Mar). Cabe destacar las excepcionales minas prehistóricas de Gavà.
Durante la época ibérica, a partir del siglo VI a.C., la mayor parte de la región estuvo bajo el control de la tribu de los cosetanos, que crearon numerosos poblados entre los que destaca por encima de todos el de Olèrdola. La zona del valle del Llobregat, por contra, estaba habitada por los layetanos, con el poblado de la Penya del Moro (entre Sant Just Desvern y Sant Feliu de Llobregat) como principal asentamiento. Los poblados ibéricos son muy abundantes, especialmente en el Vallès.
Egara (Terrassa) fue una de las poblaciones destacadas de esa época; estas dejaron asentamientos considerables en todas las comarcas, y fueron el origen de los núcleos de población más importantes de tiempos posteriores.
La romanización fue intensa en la zona a partir del 218 a.C., y comportó la transformación de la cultura ibérica y la colonización y explotación agrícola de los llanos a partir de la institución de la villa, que se esparció por la zona como principal forma de población. Olèrdola se convirtió en un bastión romano, mientras las villas proliferaban en los llanos, sobre todo en el valle del Llobregat, donde ha habido numerosos hallazgos. Además de las villas, se han descubierto hornos para fabricar ánforas, restos de prensas para elaborar vino y construcciones destacadas como las termas de Sant Boi de Llobregat o el puente de Martorell. El territorio también contaba con algunas ciudades de cierta importancia, por ejemplo Sant Cugat del Vallès, Cerdanyola del Vallès, Terrassa o Granollers. Uno de los vestigios romanos más relevantes son, por ejemplo, las termas de Caldes de Montbui.
Durante toda la época feudal, los polos de influencia de la Costa de Barcelona se repartieron entre los potentes señores del sur y del norte. De hecho, el Baix Maresme tuvo siempre una fuerte ascendencia hacia la casa de Barcelona y el Vallès se constituyó en sub-veguería de Barcelona durante la repoblación cristiana, mientras que el Alt Maresme sentía la potente influencia de Girona. El castillo de Sant Vicenç de Burriac, en Cabrera de Mar, fue el más importante de la época medieval en el Maresme.
Durante la ocupación visigótica, se construyeron más villas y masías, dedicadas a tareas agrícolas. Pero la llegada de los sarracenos inició un período de incertidumbre y despoblamiento. Sobre todo a raíz de la reconquista cristiana, a partir del siglo IX. Una vez tomada la ciudad de Barcelona, la Costa de Garraf se convirtió en tierra de frontera entre cristianos y musulmanes. Se trata de un período en que toman gran importancia los castillos, como defensores del territorio y refugio de los escasos habitantes de la zona. Olèrdola, Gelida, Castellet, Eramprunyà, Cervelló y Castellví de Rosanes eran las fortalezas más importantes en la línea defensiva contra los infieles.
Políticamente, el territorio pertenecía al condado de Barcelona y, en parte, al obispo de Barcelona, aunque la autoridad correspondía a destacadas familias de barones, como los Cervelló, Santmartí, Castellví, Marc... Los conflictos entre estos nobles y el conde abundaron también en la convulsa Alta Edad Media.
A partir del siglo XII, la repoblación de la zona es efectiva, como lo demuestra la fundación de poblaciones importantes como Vilafranca del Penedès. Toda la región quedó integrada en la veguería de Vilafranca, que se extendería 400 años, y experimentó un crecimiento demográfico significativo hasta las epidemias del siglo XIV. La guerra civil de la Generalitat contra Juan II convirtió el Penedès y el Baix Llobregat en escenario de batallas y hechos sangrientos: la mayoría de nobles de la zona eran fieles al rey y se enfrentaron a la Generalitat y al Consell de Cent de Barcelona. Las tropas francesas aliadas de Juan II provocaron derramamientos de sangre, como la ejecución de 500 vilafranquinos.
La recuperación de los siglos XVI y XVII fue lenta y plagada de obstáculos, como la peste o el bandolerismo. La llegada de inmigrantes occitanos favoreció, sin embargo, la recuperación del campo, pero las guerras provocaron altibajos en esta. La guerra dels Segadors fue importante en poblaciones de paso obligado para los ejércitos, como Vilafranca del Penedès o La Granada, entre otras; y el ataque de tropas francesas abundó durante el último cuarto del siglo XVII.
La guerra de Sucesión también afectó profundamente la Costa de Barcelona, con batallas sangrientas en 1714 en Sant Quintí de Mediona y Sant Martí Sarroca, que resistió hasta el final. Fue un mal inicio para un siglo XVIII de clara prosperidad y progreso para la agricultura y el comercio marítimo. El siglo de los primeros emigrantes de la región hacia América.
Cabe destacar que el peligro de los ataques de los piratas provocó que las principales poblaciones de la comarca se situaran tierra adentro. Sólo a partir del siglo XVIII, cuando la amenaza ya no era tan importante, comenzaron a ganar importancia los hasta entonces reducidos barrios de pescadores.
En el Penedès, se produce una intensa transformación hacia el cultivo de la vid y la elaboración de vino, mientras que en el Baix Llobregat se implanta el regadío. Esta última comarca fue la más afectada por la guerra de la Independencia, con acciones duras en 1808, con incendios, saqueos y la importante batalla de Molins de Rei. Las tres guerras carlinas también afectaron, dada su proximidad a la ciudad de Barcelona.
Aunque continúa la prosperidad agrícola, el siglo XIX no fue demasiado afortunado para la Costa de Barcelona que vivió con fuerza los conflictos bélicos que se fueron sucediendo durante la centuria, empeorados por plagas como la de la filoxera, que arruinó la omnipresente viña, o alguna importante helada que afectó profundamente a los cultivos. La recuperación fue lenta y nunca completa, truncada por la Guerra Civil de 1936-39, que tanto afectó a toda Catalunya.
El siglo XX es el de los grandes cambios, con la llegada de la industrialización y el turismo, que transformarían definitivamente la Costa de Barcelona en lo que es hoy en día. El resurgimiento económico llegó a partir de la década de 1960, con una explosión industrial focalizada en el valle del Llobregat, el Vallès Oriental y el Occidental, y en nuevos polígonos radicados en las principales poblaciones. Paralelamente, el boom turístico se extendió por la línea de la costa, tanto en el delta del Llobregat como en el Maresme y el Garraf, con Sitges como gran protagonista.
El patrimonio cultural de la Costa de Barcelona abarca todos los períodos; incluye restos prehistóricos, como la Roca d'en Toni, en el parque de la Serralada Litoral, y numerosos yacimientos romanos (Can Ferrarons en Premià de Mar, el acueducto de Pineda de Mar, etc.).
Entre los templos religiosos del Maresme, los ejemplos más relevantes son la iglesia de Santa Maria de Mataró, del siglo XVIII; Sant Cristòfor, en Premià de Mar, con su portalada de motivos marineros; la ermita románica de la Mare de Déu del Viver, en Argentona, o el retablo barroco del templo de Santa Maria de Arenys de Mar.
En el Vallès Occidental destacan las iglesias románicas de Sant Miquel y Santa Maria y la Casa-Museu Alegre de Sagrera de Terrassa; la Casa Turull, la Casa Duran o el campanario de Sant Fèlix, en Sabadell, y el monasterio románico de Sant Cugat del Vallès. De visita obligada en Granollers (Vallès Oriental) es la Porxada, antigua lonja de cereales del siglo XVI.
También es destacable la huella de los arquitectos modernistas, como se puede observar en las rutas que siguen las obras de Puig i Cadafalch o Lluís Domènech i Montaner en Canet de Mar, Mataró y Argentona.
La comarca del Garraf presume de contar con dos poblaciones de gran interés turístico: Sitges y Vilanova i la Geltrú. Sitges es destino de turismo cultural y cosmopolita desde que Santiago Rusiñol la eligiera como punto de reunión de artistas modernistas y construyó en ella su casa-taller, el Cau Ferrat.
Desde mediados del siglo XIX, la Revolución Industrial dejó su huella en muchas de las comarcas del Vallès en forma de patrimonio industrial. El Museu de la Ciència i de la Tècnica de Terrassa es una muestra de ello, ya que se ubica en la antigua fábrica del Vapor Aymerich. También en el Vallès Occidental se encuentra la fábrica de lana del Vapor Buxeda Vell de Sabadell.
Las fortunas de los indianos (catalanes enriquecidos gracias a los negocios en las Américas) llenaron la ciudad de la mejor arquitectura de principios del siglo XX (Villa Avelina, Casa del Rellotge). Otras construcciones de interés de la población son el conjunto Maricel, los jardines de Terramar, el baluarte Vidal i Quadras o la iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla, símbolo de la ciudad. Cada otoño, Sitges acoge el Festival Internacional de Cinema de Catalunya, la principal muestra de cine del país.
Mar y cultura también son los atractivos principales de Vilanova i la Geltrú. Cuenta con uno de los principales puertos pesqueros catalanes, un faro que alberga el Museu del Mar y un paseo marítimo repleto de ofertas de ocio y excelente arquitectura (Torre de Ribes Roges, Ca l'Alsina). La Biblioteca-Museu Víctor Balaguer recuerda la figura del escritor y político y es la sede de su colección de arte.
La comarca del Baix Llobregat conserva restos de antiguos asentamientos, como las minas prehistóricas de Gavà o las termas romanas de Sant Boi. La original cripta de Antoni Gaudí en la Colònia Güell (Santa Coloma de Cervelló) es la construcción modernista más relevante, junto con los edificios de Josep Maria Jujol en Sant Joan Despí. Destaca también el patrimonio industrial de la comarca, con ejemplos como la fábrica de cerámica Pujol y Bausis de Esplugues de Llobregat, la Colònia Sedó de Esparreguera o el Museu Agbar de l'Aigua, en Cornellà de Llobregat.
Las dos grandes ciudades del Alt Penedès aglutinan el patrimonio más notable de esta comarca. El estilo gótico es el más representativo de Vilafranca del Penedès, con construcciones como la basílica de Santa Maria (que alberga un conjunto escultórico de Josep Llimona), el antiguo Palau Reial (sede del Museu del Vi) o el Palau Baltà.
El gótico también está presente en Sant Sadurní d'Anoia (rectoría y campanario de la iglesia), si bien destaca especialmente el modernismo de la fachada de la Casa de la Vila, la Casa Berger o las cavas Codorníu (obra de Puig i Cadafalch) y Freixenet.
Las extensas playas de la Costa de Barcelona son el reclamo para una gran cantidad de visitantes nacionales y extranjeros que las eligen como destino para sus vacaciones. El Maresme, por ejemplo, es la cuarta zona de Catalunya en número de viajeros y pernoctaciones. Los municipios con mayor actividad hotelera son Calella, Malgrat de Mar y Pineda de Mar. Otras poblaciones muy visitadas son Sant Pol de Mar, Arenys de Mar, Canet de Mar o la capital, Mataró.
Por otro lado, desde el inicio del siglo XX, visitantes de todo el mundo han sido atraidos por las playas de arena dorada y las aguas tranquilas del Garraf. La más oriental, en la comarca de el Baix Llobregat, es el sorral de Castelldefels, entre los espacios protegidos del delta de el Llobregat y el macizo de el Garraf. La releva la playa de las Botigues, situada justo al principio de la línea de acantilados del macizo. Sitges ofrece el perfil más conocido desde las playas urbanas, como las de Aiguadolç, Sant Sebastià, la Fragata, el Espanyol o Terramar.
Muchas de las playas del Maresme gozan del distintivo de calidad de Bandera Azul, como las de Canet, Malgrat Centre, Pineda de Mar, Sant Pol, Castelldefels, Sitges o Sant Vicenç de Montalt.
Calella, Santa Susanna, Vilanova i la Geltrú, y Pineda de Mar cuentan con el distintivo de Destino de Turismo Familiar (DTF). Otros municipios de litoral, como Sant Andreu de Llavaneres o Cabrils, combinan centros urbanos con amplias áreas de segundas residencias.
Además de las playas, la naturaleza se expresa en diferentes lugares de la Costa del Barcelona. El espacio del Parc Naturaldel Garraf cuenta con más de 12.000 hectáreas de paisajes áridos y rocosos. La erosión del agua y el viento sobre los materiales calcáreos que lo conforman ha creado un sorprendente sistema de cuevas. Las duras condiciones de sol y sequía han determinado la flora y la fauna del parque, entre la que se encuentran el águila-azor o la tortuga mediterránea.
La Reserva Natural del Delta del Llobregat preserva algunas zonas de los antiguos cenagales. La presión humana ha restringido la presencia de áreas húmedas a varias lagunas cerca del mar, como la del Remolar-Filipines y su punto de observación de aves.
El Parc d'Olèrdola, con el Pic de l'Àliga como punto más alto, muestra un paisaje muy similar al del macizo. Destaca el conjunto monumental de Olèrdola, desde donde se divisa la costa y los llanos de las comarcas del Penedès y Anoia. El Parc del Foix es punto de reunión de aves y ejemplo de zona húmeda en un sector fundamentalmente seco, gracias a la presencia del río Foix y su pantano.
Uno de los principales parques naturales es el del Montnegre y el Corredor. Son 15.000 hectáreas de bosque mediterráneo de pinares, encinares, robledales y alcornocales. Las muestras de asentamientos más antiguas son los dólmenes de Pedra Gentil y Pedra Arca y varios asentamientos ibéricos. Se encuentran también numerosas iglesias y parroquias, como la de Sant Cristòfol, del siglo XI, espacio ideal para rutas y excursiones en las que disfrutar observando el litoral.
El segundo parque de la comarca de El Maresme es el de la Sierra Litoral. Está formado por tres unidades: La Conreria, Sant Mateu y Céllecs, que enlazan el litoral con los valles interiores. Ocupa 4.000 hectáreas de paisaje muy heterogéneo, bastante afectado por la actividad humana. Los restos más importantes son los de los castillos de Burriac, La Roca, Castellruf y Sant Miquel, considerados Bienes Culturales de Interés Nacional.
Entre ambos Vallès, y compartido con el Bages, se extiende el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac. La proximidad con el área metropolitana lo convierte en una alternativa del turismo rural y senderismo al alcance de la mano. Forma parte de la Sierra Prelitoral y sus cimas más altas son el Montcau y la Mola, donde se erige el monasterio románico de Sant Llorenç del Munt.
A caballo entre el Vallès Oriental y otras comarcas se encuentra el Parc Natural del Montseny, con montañas tan visitadas como el Turó de l'Home, Les Agudes y el Matagalls. Está ocupado por amplios bosques que tienen en el valle de Santa Fe los mejores ejemplares de hayas y abetos.
Las zonas termales de la Catalunya central se explotan desde la época romana. Hoy en día cuentan con hoteles y balnearios modernos que permiten aprovechar las propiedades terapéuticas de estas aguas. Destacan las poblaciones de Caldes de Montbui y La Garriga, en el Vallès Oriental.
Los afamados vinos y cavas con denominación de origen elaborados en el Penedès son el producto estrella de la demarcación, distribuidos y apreciados en todo el mundo. Su importancia se extiende más allá de la mesa, ya que las rutas para descubrir las cavas, los viñedos y, en general, todo lo relacionado con la cultura del vino han dado lugar al llamado enoturismo.
Las capturas de los pescadores de Vilanova son la base de recetas como la sarsuela de peix, la sípia a la bruta, los ranxos mariners o la cassola d'arròs a la sitgetana. Una combinación de productos de la huerta da lugar a la receta más celebrada del Garraf, el xató.
Cultura y tradición se unen en la zona para llenar el calendario de citas interesantes. Cada otoño, Sitges acoge el Festival Internacional de Cinema de Catalunya, la principal muestra de cine del país. Las fiestas mayores de Sitges y de Vilafranca del Penedès figuran entre las más celebradas del país. De la misma manera, el carnaval se vive de una forma muy especial a Sitges y Vilanova i la Geltrú.
Los creadores y las tradiciones más arraigadas también tienen un punto de encuentro en los museos de la región. El Museu Marés de la Punta de Arenys de Mar recoge valiosas muestras de todas las técnicas de esta actividad artesana tradicional en la población. El Museu del Càntir de Argentona es único en su especialidad. La Casa Museu Lluís Domènech i Montaner de Canet de Mar repasa la trayectoria del arquitecto modernista. La Fundación Palau i Fabre de Caldes d'Estrac está dedicada a la obra de Picasso. Otras museos son el Mollfulleda de Mineralogia de Arenys de Mar o el Museu de l'Estampació de Premià de Mar.
Costa de Barcelona
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