El lugar más característico y más fotografiado de la localidad es el conjunto histórico del Port Bo y Les Voltes, una calle porticada con grandes arcos frente al mar, que une varias antiguas casas de pescadores. En la actualidad, los bajos de las casas están ocupados por restaurantes especializados en cocina marinera.
Desde allí se despliegan varias callecitas que se adentran hacia la iglesia de San Pedro, un templo de finales del siglo XIX pintado de blanco y que luce un gran reloj en la torre del campanario.
Entre las casas singulares del pueblo destacan Casa Rocamora, enclavada en las rocas y que separa la playa de En Calau de La Platjeta; Casa Verdaguer, que se construyó a finales del XIX como ampliación de unos antiguos baños y que también está sobre las rocas, entre las playas de Port Pelegrí y Sant Roc, y Casa Sagrera, de estilo neoclásico.
El paseo del Canadell, situado junto a la playa del mismo nombre y al norte de la de Port Bo, es una curiosa combinación de casas que, pese a ser de estilos muy diferentes, crean un conjunto armonioso.
Otra de las características de Calella son los guardabots, unas construcciones a modo de sótanos que hay en varias playas. Antiguamente se utilizaban para guardar las barcas y los aperos de pesca, pero ahora la mayoría se ha reconvertido en bares, restaurantes o pequeñas viviendas.
En el extremo sur de la localidad, y dentro del Espai Natural Protegit de Castell-Cap Roig (Espacio Natural Protegido de Castell-Cap Roig), se extienden los Jardins del Cap Roig, un espectacular jardín botánico emplazado sobre un pequeño cabo. Además de la colección de plantas, cuenta con varios miradores desde los que hay magníficas vistas sobre el litoral, el mar y el pequeño archipiélago de Formigues.