Las playas son el principal atractivo de la villa. La de s’Abanell tiene dos kilómetros y medio y se extiende desde la desembocadura de la Tordera hasta la punta de sa Palomera. Entre ésta y el puerto, justo delante del núcleo urbano, se encuentra la playa de Blanes. Las dos están flanqueadas por el paseo de la Marina y en ellas se puede practicar todo tipo de actividades náuticas.
Hacia el norte encontramos las típicas calas de la Costa Brava, donde los acantilados cubiertos de pinos y matorrales alternan con pequeñas playas de arena gruesa. A la cala de sa Forcanera solo se puede llegar por mar.
En el municipio se organizan importantes actividades culturales y folclóricas, entre las que destaca el Concurso Internacional de Fuegos Articiales de la Costa Brava, que tiene lugar durante la fiesta mayor, a finales de julio.
En lo concerniente a la gastronomía, los platos elaborados con pescado fresco, como los suquets de rape o de lubina, son los que han dado más renombre a la cocina de Blanes. En la subasta de pescado , que se hace por la tarde de lunes a viernes en la Lonja, se pueden ver algunas de las especies más características de esta costa.
El municipio cuenta con instalaciones para practicar todo tipo de actividades deportivas. En mayo se organizan torneos de hockey sobre patines, balonmano y fútbol, y en agosto, regatas.
Los lunes se monta el mercado de los encantes, que se extiende desde la plaza Cataluya hasta el puerto. Se pueden encontrar paradas que ofrecen gran diversidad de artículos a precios populares, principalmente del sector textil.
De mayo a octubre funciona un servicio de cruceros turísticos que enlaza Blanes con otros municipios de los alrededores, como Lloret de Mar, Tossa de Mar o Sant Feliu de Guíxols.
Hay que destacar la idoneidad del municipio para el turismo familiar, ya que la mayoría de instalaciones y servicios están adaptados para familias con niños.
Para disfrutar de unas buenas vistas se puede subir hasta la torre del castillo de Sant Joan, una excelente atalaya sobre el mar y la comarca. La roca de sa Palomera, que marca el límite meridional de la Costa Brava, ofrece una buena perspectiva de la villa.