El núcleo antiguo de Benifallet, situado en la base de lo que había sido un castillo, conserva muchos elementos de la época morisca en el trazado de las calles.
El original trayecto que nos llevará a la ermita de la Mare de Déu de Dalt (siglo XIII, de estilo románico tardío, con pequeñas capillas que representan la vida de Jesús) proporciona una vista inmejorable de la villa, de sus alrededores y del yacimiento arqueológico del Castellot de la Roca Roja.
Este es, precisamente, uno de los poblados ibéricos más singulares de Catalunya. Presenta un buen estado de conservación, y las reducidas dimensiones del conjunto posibilitan una intervención museográfica global. Las estructuras de piedra llegan hasta el nivel de las vigas, cosa extraordinaria en un poblado ibérico. Hay una calle que se identifica perfectamente y que es el eje del conjunto urbano.
Entre las cuevas que determinan el paisaje del término, cabe destacar la cueva Marigot, la cueva Culla (con pinturas prehistóricas del neolítico), la cueva de la Aumidiella (donde se localizaron fragmentos de cerámica cardial con decoración impresa y un magnífico vaso campaniforme), la sima del Sifó, la cueva Meravelles (con más de medio kilómetro de recorrido abierto al público, con muchas formaciones excéntricas) y la cueva del Dos (con un recorrido de 253 metros y un desnivel de doce metros, muy atractiva también para los amantes de la espeleología).
Si el visitante prefiere un paseo para descubrir la arquitectura de la zona, en el valle de Cardó se abren paso, en medio de una vegetación formada por cipreses y tejos centenarios, un conjunto de ermitas (Sant Josep, Sant Roc, Sant Simeó o de la Columna, Santa Agnès y Santa Margarida del Borboll), así como el convento y el eremitorio de Cardó, fundado en 1606, donde se establecieron los carmelitas descalzos.