Los restos encontrados en el interior de las cuevas de Montserrat, en el municipio de Collbató, o las del Parc Arqueològic de les Mines de Gavà demuestran que el Baix Llobregat fue una zona poblada ya en el Neolítico. También se han encontrado restos posteriores en Begues, Corbera de Llobregat o en Pallejà.
Posteriormente, la época romana fue próspera para la zona, gracias en parte a la Via Augusta, como demuestra la presencia del Pont del Diable (siglo II aC), en Martorell, y las termas que se conservan en Sant Boi de Llobregat.
De la época visigoda no quedan demasiados vestigios, pero sí se sabe que fue una de las fronteras entre el mundo andalusí y el cristiano, a finales del siglo VIII. De esa época es el castillo de Castellví, una de las numerosas fortificaciones levantadas para proteger ambos territorios.
En la Edad Media proliferaron las masías catalanas, con los grandes campos de cultivo que estaban en manos de señores feudales. Pese a todo, en el siglo XV se decretó la emancipación de los payeses, y eso dio nuevas energías a la gente de la zona, que la convirtió en un centro de producción importante para Barcelona.
Durante el siglo XIX se produjo la Revolución Industrial en Cataluñnya y el río Llobregat se convirtió en algo indispensable para las nuevas fábricas que necesitaban los recursos hidráulicos.
Finalmente, ya en el siglo XX, la población de la zona experimentó un crecimiento impresionante a partir de los aludes migratorios que se produjeron en Catalunya en los años veinte, pero, sobre todo, con las posteriores de los años cincuenta y sesenta.
Las tradiciones de la comarca están muy arraigadas en su gente. Solo así se explica la impresionante participación en las pasiones celebradas en Esparreguera y en Olesa de Montserrat, o en el belén viviente de Corbera. Además, cualquier persona puede disfrutar de las ferias que aún se celebran en el Baix Llobregat, como la de la Primavera de Martorell o la Candelera de Molins de Rei.